viernes, 5 de abril de 2024

Análisis del canto I de “La Ilíada"

Estructura interna:

1) Invocación

2) En la Tierra:

a. Ofensa de Agamenón a Crises.

b. Peste.

c. Querella: Convocatoria, enfrentamientos discursivos, intervención de Palas,
juramento de Aquiles, consejo de Néstor y resolución de Agamenón.

d. Arrebato de Briseida.

e. Súplica de Aquiles a Tetis.

f. Viaje a Crisa.

3) En el Olimpo

a. Súplica de Tetis a Zeus

b. Reyerta conyugal.

Análisis

1. El canto comienza con una invocación1, rasgo habitual en la épica: “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles”. Se llama a una diosa, para que auxilie a quien crea el poema o puede decirse que es la diosa misma quien canta a través del poeta, que es simple intermediario o instrumento. Esto puede corroborarse con la exhortación del verbo: “canta”, y el vocativo: “diosa”. Esta sería Calíope, musa de la poesía épica o Mnemosine, madre de las musas. En la tradición oral, de la que la obra es heredera, el aedo creaba oralmente el poema, mientras lo iba cantando acompañado por la cítara. En esa situación todo dependía de la impronta del momento; no bastaban el bagaje de fórmulas ni el conocimiento de las leyendas tradicionales para crear una obra que satisficiera al público aristocrático. De esta forma la narración en verso, cantada, se vuelve un misterio que se relaciona con la inspiración.

Por medio de una prolepsis, anuncia o adelanta el tema del poema: la cólera de Aquiles. Debe entenderse su función originaria. Si bien es verdad que esta fue una obra escrita, el poeta no solo tiene un reservorio de frases y fórmulas propias de la literatura oral, sino que también sabe que se difundirá oralmente. Y, justamente por ello, anunciar el tema de lo que se escuchará sitúa al auditorio para quien es familiar lo cantado, y contribuye a captar su atención.

El sujeto de la ira es Aquiles, el Pelida, como se lo llama en toda la obra. El nombra va acompañado por el patronímico que señala uno de los requisitos de lo heroico: proceder de la nobleza, tener abolengo. Inmediatamente surge la exposición de las consecuencias. La adjetivación implica una valoración del narrador. Este hecho particular tiene repercusiones de orden colectivo: “causó infinitos males a todos los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes a quienes hizo presa
de perros y pasto de aves”. La muerte es presentada en su aspecto más drástico: la falta de sepultura ultraja al muerto, cuyo cuerpo es mancillado por los animales y su alma deberá penar en las riberas del Aqueronte sin permitírsele traspasarlo. La cremación en la pira, forma parte de ritos antiguos, probablemente del período micénico. En la época de Homero, a los muertos se los entierra y se erige un túmulo, donde van los familiares a honrarlos. La propuesta del autor, en cambio, forma parte de la tendencia arcaizante. Una de las explicaciones que se dan es que este tratamiento corresponde a la situación bélica en tierra extranjera, que le quita fundamento a los túmulos. Igualmente todo tiene sentido si se recuerda que la epopeya es el reflejo del pasado, sus tradiciones y costumbres.

Los “infinitos males” (hipérbole) no corresponden a la muerte en sí, sino a la deshonra que sufrieron esos héroes, a quienes se les debieron tributar honores. La función del recurso de estilo es mostrar la dimensión de las consecuencias y exacerbar el choque entre lo uno y lo múltiple. De este modo el narrador presenta el motivo individual y las consecuencias genéricas, que encierran el drama humano de la muerte y su latente injusticia. Este sentido de totalidad es una de las características del género. De hecho, de no existir este impacto colectivo no habría epopeya.

Inmediatamente después se dice que es “la voluntad de Zeus” (prolepsis o anticipación). Puede observarse la presencia divina como artífice de la vida griega; por tanto, con la cólera de Aquiles no basta para que se sucedan los hechos, es necesario que el máximo dios respalde dicha situación; este oficia como una justificación de las acciones.

Prosigue la obra: “Cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres y el divino Aquiles”. Esa cita señala la causa de la cólera, así como el origen de la aquiescencia de Zeus: la querella entre Aquiles y Agamenón, y la consecuencia particular e inmediata: la separación.
Varios epítetos acompañan la mención de los personajes. Agamenón es el “hijo de Atreo” y “rey de hombres”, porque es el que comanda el ejército aqueo. De este modo el epíteto contribuye a destacar su poder político y social. Entretanto, “divino” alude al origen de Aquiles, hijo de la Nereida Tetis y de Peleo, quienes son la causa de su poder físico, de ese aire de invulnerabilidad que parece tener, más allá de lo indicado en la leyenda. Este epíteto también jerarquiza y, como la gran mayoría, es formulario.

Los epítetos señalan el poder que ostenta cada uno y alude a esa confrontación de poderes que se dará entre ellos.

8. Por medio de una pregunta retórica se introduce el tema de la disputa, en la que se vuelve a aludir a la intervención divina. La contienda también fue producida por un dios. La respuesta implica una nueva prolepsis: la peste como producto de la ofensa de Agamenón a Crises. El hombre aparece como juguete de los dioses, puesto que aquí no hay una acción humana avalada por un dios, como sucedía
antes, sino provocada por él. El narrador en tercera persona cuenta lo sucedido y describe la situación. Crises se presenta a rescatar a su hija, que había sido tomada como botín en un saqueo a la ciudad de Crisa y se encontraba sometida a la esclavitud. Desde el comienzo, el narrador destaca su condición de sacerdote, que más allá de jerarquizarlo debiera contribuir a protegerlo, puesto que atacarlo es
enemistarse con el dios al que representa (Apolo). Luego, se ratifica al decirse que presenta “las ínfulas del flechador Apolo”. Igualmente, describe su situación de padre que viene con inmenso rescate en condición de suplicante. Esto obligaba a los dos Atridas a atenderle, más aún teniendo en cuenta el rescate que es a un tiempo reconocimiento del valor que tiene su hija para él, como del areté de
Agamenón. Debe recordarse que el botín es el reconocimiento del areté del guerrero y su posición social.

Posteriormente, el narrador calla su voz y se le cede la palabra al personaje. Por este medio a quien oía la obra se le hacía más fácil imaginar sentimientos, pensamientos así como el carácter del personaje, a quien se destaca en ese momento. En un breve parlamento comienza dirigiéndose a los Atridas, quienes uno como comandante, el otro como marido deshonrado son figuras importantes para la armada. Los apostrofa, así como a los otros aqueos a quienes les dirige una expresión formularia: “demás aqueos de hermosas grebas2”. Respetándose los rangos se pone a los otros como testigos de este reclamo. Esto es importante, porque tanto el honor como el castigo (némesis) dependen del juicio que el grupo emita. Asimismo, puede apreciarse la intención de agradar al interlocutor de quien espera apoyo. Se sigue, en este sentido, una de las antiguas normas de la retórica que es tratar de ganarse la benevolencia de quien escucha. Recién luego se realiza la exhortación: “poned en libertad a mi hija y recibid el rescate”. Estas acciones serían un reconocimiento al dios Apolo, “el flechador”. El epíteto que se elige para esta ocasión, desplazando el tan común “Febo”, produce que las palabras del anciano sacerdote encierren una amenaza latente. Esas son las flechas de la desgracia, las que poco después producen la peste. Crises ha seguido las reglas de la elocuencia: vocativo, exordio, petición. Luego, espera resultados. Como puede observarse, tanto el pasaje narrativo como el parlamento del personaje son breves. Lo más importante es la reacción de Agamenón ante el hecho, sin embargo, previamente se introduce la reacción de los demás reyes. Se aprecia el contraste entre lo que todos piensan y la actitud de Agamenón. El comportamiento de los aqueos indica que este trato no va en desmedro del areté del rey de reyes. En esta breve transición narrativa no se señalan los motivos del comportamiento, pero sí juzga amenazante el tono de las palabras del rey, anticipándose a un nuevo parlamento.

26. Se produce el hybris de Agamenón, el pecado de exceso. Le falta el respeto a un anciano, sacerdote y suplicante. Se violan hasta las sagradas normas de la hospitalidad. Las acciones son impías, puesto que están en contra de principios religiosos y violatorias de las costumbres, base del comportamiento de la época. Es impulsivo, irracional y cruel; violento, impío, egoísta. Describir el presente y el futuro de Criseida junto a él es un acto de maldad gratuito. Afrenta recordarle al anciano padre que su hija es esclava y debe compartir el lecho y someterse a las otras labores propias de su condición. A través de sus palabras y actitudes se caracteriza indirectamente. Se realiza la etopeya del personaje. Más allá de esto debe recordarse que sus acciones imprudentes son impropias del puesto que ocupa. El comienzo de la obra presenta un caso donde el bien particular se impone ante el general. El sentimiento del poder, su vanidad, le hacen olvidar sus limitaciones humanas.

33. Cita: “El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Sin desplegar los labios fuése por la orilla del estruendoso mar” El narrador describe las emociones de Crises, puesto que son el motivo de la acción del dios. El temor queda en su interior, la expresión: “sin desplegar los labios” señala su contención, no obstante, a partir de la imagen acústica “estruendoso mar” se marca el paralelismo psicocósmico entre el sentir y la naturaleza. Luego, invoca e impreca, pues pide un mal para los dánaos. El “soberano Apolo” lo escucha. El epíteto destaca su poder. Se señala la prosapia o ascendencia del mismo, uno de sus atributos: “el arco de plata”, los lugares de los templos, todo previo al ruego: “paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas”.

43. Continúa: “Oyóla Febo Apolo, e irritado en su corazón, descendió de las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche.” En este episodio puede observarse el antropomorfismo griego. El dios escucha, pero debe desplazarse para actuar. Su comportamiento es un acto de venganza, más que un acto de justicia, lo cual expresa otra particularidad de la religión griega. Predominan las imágenes auditivas, se reitera el sonido de las flechas, terrible por las consecuencias que produce. La ira del dios, se materializa en las muertes que provoca, lo que se representa a través de la comparación: “iba parecido a la noche”. Apolo, dios del sol y agente de vida,
es quien le depara la muerte a tantos. El epíteto tradicional: “Febo”, que significa: “brillante”, contribuye al contraste (antítesis) entre la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. Como puede observarse, los epítetos van variando de acuerdo a las circunstancias.

Inmediatamente, se presenta el hecho y sus consecuencias: “Al principio el dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus mortíferas saetas a los hombre, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres”. Debe recordarse que en la cultura de la época, el ser humano explica alegrías y desastres por medio de los dioses. No se describe la peste; interesa quiénes y en qué orden mueren. La peste se presenta a través de una gradación ascendente. El principio debió ser una advertencia, una oportunidad para rever la conducta. Luego, son los hombres los que fallecen.

53. Dice: “Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo, Aquiles convocó al pueblo a junta: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los níveos brazos”. Existen en este momento dos referencias temporales cronológicas, se marca el tiempo con precisión, fenómeno que no es frecuente en la epopeya. En este momento lo es, porque cada día que pasa implica la pérdida de
vidas humanas, pero también de espera para que se tomaran decisiones. Era Agamenón a quien le tocaba hacerlo, sin embargo, lo caracteriza la omisión. Se aprecia su irresponsabilidad y egoísmo.

En el décimo es Aquiles, el héroe más poderoso, el que convoca a una junta. Esto pone en tela de juicio el poder, la sensatez y prudencia del rey; quien debe protegerlos, los pone en peligro demuerte.La oportuna intervención de Aquiles, aunque puede ser cuestionada, no es fruto de su sola decisión. La intervención de la diosa sirve como justificación de una conducta que puede ser impropia.

Señalar epítetos.

Leer el primer momento del ágora (versos 59-101)

59. Comienza la intervención de Aquiles, apostrofando a Agamenón a través de su patronímico (vocativo), destinatario de su mensaje. Evalúa posteriormente la situación: el presente y el futuro, advirtiendo las causas adversas con las que se enfrentan. Los objetivos propuestos no podrían alcanzarse, pues la peste y la guerra amenazan fuertemente al ejército. Propone una solución para conocer la causa de los infortunios que viven. Las alternativas que aparecen en su discurso son frecuentes en la época. Difícilmente alguien no pensara que el verdadero motivo de la peste era el ultraje. Los hechos habían sido públicos. Pero se necesita alguien respetado, pero alejado de la lucha del poder político que lo exprese. Es un acto de prudencia y de inteligencia presentar esto así (caracterización indirecta). De este modo, se respeta el rango de Agamenón.

68-74. “Levantóse Calcas Testórida, el mejor de los augures”, se presenta al personaje directamente. A través del epíteto se exalta su figura. Los hechos que se cuentan reafirman la veracidad del epíteto. En sus palabras el destinatario del mensaje es Aquiles. Agamenón, rey de reyes se convierte en un tercero excluido, un testigo en este primer momento de la asamblea. Lo primero que llama la atención es el verbo que utiliza cuando comienza la elocución: “mándasme”, pues en ningún
momento Aquiles ha mandado, solo sugirió y planteó una serie de posibilidades. Con sus palabras contribuye a enfrentar a los personajes, ya que la prontitud con que actúa el adivino puede dar la sensación, desde la perspectiva de Agamenón de que está respondiendo a un plan previamente elaborado.

El temor de Calcas y su manifestación pública sirven para caracterizar indirectamente al Atrida como un ser colérico, rencoroso, vengativo, condiciones inadecuadas en un héroe y más aún en el conductor. Busca amparo en el héroe físicamente más poderoso y, además, en quien convocó la junta. De este modo, propicia el enfrentamiento entre el poder político y militar que ostenta Agamenón, y el que tiene Aquiles en la lucha.

En sus palabras nombra al rey a través de una perífrasis, pues no se atreve a hacerlo directamente.

84. Aquiles actúa protegiendo a Calcas, pero a su vez, enardece más a Agamenón con sus palabras, aparentemente inocentes. Es un acto de arrogancia nombrar a Agamenón, como si lo estuviera desafiando, diciendo públicamente que no le teme, haciendo gala de su poder basado en su naturaleza.

La frase: “al presente” señala que el poder de Agamenón es circunstancial. La arrogancia de este se denuncia en que “blasona de ser el más poderoso”. Aquiles jura defender a Calcas y esto tiene carácter sagrado. Por tanto, es un hecho que lo defenderá.

92. Se explica un tema que el receptor conoce, por lo que se nota la técnica del retardo, cuya función es general un anticlimax necesario para que se reanude la tensión posterior. Sí es nueva la explicitación del castigo: devolver a Criseida “sin premio ni rescate” y realizar el sacrificio de cien bueyes (hecatombe) para aplacar la ira del dios.

101. En este momento comienza el segundo momento del ágora, cuando se producirá el enfrentamiento entre Agamenón y Aquiles. Por medio de la transición narrativa se observa la reacción del rey: “Levantóse al punto el poderoso héroe Agamenón Atrida, afligido, con las negras entrañas llenas de cólera, y los ojos parecidos al relumbrante fuego; y encarando a Calcas la torva vista, exclamó”. Se señalan rasgos etopéyicos: la aflicción, la cólera, así como grafopéyicos: ojos parecidos al “relumbrante fuego”, los que expresan la ira del personaje, del mismo modo que la vista torva, es decir, fiera o terrible. En consecuencia, no solo se comunica al auditorio lo que siente el personaje (lo que solo se conoce como producto de la omnisciencia narrativa), sino también lo que fue visible para los que asistían al ágora.Este segundo momento está pautado por una tensión creciente que prosigue hasta llegar al clímax, cuando Aquiles piensa matar a Agamenón. Dicha tensión se proyecta en el texto en la disminución de las transiciones y en la importancia de los discursos de los personajes. El narrador solo
se convierte en un nexo entre el estilo directo de los personajes.

106. Agamenón responde: “¡Adivino de males! Jamás me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste cosa buena”. Ya desde el apóstrofe se percibe el resentimiento por el pasado que evoca al sacrificio de Ifigenia (Ver). Antes y ahora Calcas ha sido aciago para el rey, quien se siente perseguido por el vate. La subjetividad ya está dada al decir que
se complace en profetizar desgracias.

Su discurso es breve y violento, pero lo importante es que Agamenón ha meditado en brevísimo tiempo la venganza que se ha de tomar. La argumentación del personaje permite ver la racionalidad de su comportamiento: “La prefiero ciertamente a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no le es inferior ni en el talle, ni en el natural, ni en inteligencia, ni en destreza”. Justifica su actitud y, por ende, su error. De todos modos, esto puede verse como una estrategia del personaje en su rol de gobernante. Se plantea como un conflicto, real o no, entre Agamenón hombre y Agamenón rey, que contribuye a la humanización del personaje.

Por un lado, compara a Clitemnestra con Criseida. Su preferencia se debe, a juicio de quien enuncia, a que el areté es superior al de su esposa. Se mencionan aquí las particularidades del areté femenino: hermosura, carácter, inteligencia y destreza manual. Por otro lado, aparece la faceta de gobernante, que antes no se había observado. En este momento predomina el interés colectivo sobre el individual. Sin embargo, esta postura del personaje puede considerarse demagógica, pues dice preocuparse por el bien general y, sin embargo, durante nueve días vio morir impasible a los aqueos. Si esto fuera cierto, habría actuado con prontitud como sucede en la obra “Edipo rey”. Finalmente, pone al auditorio como testigo e intenta ganarse su benevolencia, ponerlos de su parte, pues devolver a Criseida implica perder parte del botín y este es el reconocimiento del areté del héroe; es la prueba material de la jerarquía. Devolverla puede verse como un desmedro a aquél. Aparece como una víctima: “Pero preparadme pronto otra recompensa, para que no sea yo el único argivo que se quede sin tenerla; lo cual no parecería decoroso. Ved todos que se me va de las manos la que me había correspondido”. Pretender que los aqueos lo recompensen es un desatino.

121. La respuesta de Aquiles no se hace esperar. Inicia: “¡Atrida gloriosísimo, el más codicioso de todos! Lo alaba, reconoce sus méritos y señala, criticando, un defecto. El conflicto comienza a volverse personal. Se produce un contraste. Censura la actitud injusta con los aqueos, por medio de una interrogante retórica: “¿Cómo pueden darte otra recompensa los magnánimos aqueos?”. Se erige en defensor de los intereses del grupo (aristoi). Propone una solución lógica, que no afecta el areté de los héroes, quienes habían aprobado la devolución de Criseida, aunque perjudica circunstancialmente a Agamenón. Este se queda sin la esclava y, además, el resarcimiento depende de que el dios Zeus permita que tomen la ciudad de Troya. La solución, desde el momento que depende de la voluntad divina, no es segura.

A través de los epítetos Aquiles enfrenta al rey con su pueblo, puesto que señala la codicia de Agamenón y la magnanimidad de los aqueos. Esta antítesis lo deja mal posicionado ante el colectivo.

130. La réplica de Agamenón revela la inteligencia y rapidez mental de este, así como su capacidad de penetrar en el otro. Al vuelo capta la intención de Aquiles, al que le preocupa que le quiten a Briseida, como se percibe en las siguientes palabras: “¿Acaso quieres, para conservar tu recompensa que me quede sin la mía, y por esto me aconsejas que la devuelva?”. Inclusive el enunciado siguiente sugiere que lo hará si los magnánimos aqueos le dan algo a cambio: “Pues, si los magnánimos aqueos me dan otra conforme a mi deseo para que sea equivalente...” A continuación, amenaza con el uso de la fuerza, es decir, que si no se la dan, entonces, se las quitará. Menciona tres reyes: Aquiles, Áyax, Ulises, en ese orden, anunciando que será él mismo quien irá a buscar la esclava e inclusive señala las consecuencias: la cólera, que es lo que finalmente se produce, pero con un impacto inusitado. Sin embargo, parece obvio que esto es contra Aquiles, porque este se arrogó derechos, confabuló -a su juicio-, quiere perjudicarlo material y socialmente y aún se atreve a enfrentarlo, cuestionando de este modo su poder. En este momento ya la cuestión no es el areté del guerrero, sino cuál es más poderoso. Luego, anuncia lo que hará, indicando las acciones que se llevarán a cabo para la devolución

148. Por primera vez se manifiesta la cólera de Aquiles, por dos medios, a saber: la descripción del narrador al decir: “con torva faz” y el estilo directo (las palabras elegidas en el discurso). A través de este se manifiesta el ímpetu característico del protagonista.

Parte del areté implica la formación en la retórica o el arte de hablar bien. En “La Ilíada” es frecuente identificar que los personajes pronuncian discursos. Estas formas discursivas expresan la postura personal sobre un tema e intentan convencer al Otro. La estructura de un discurso tiene los siguientes momentos:

A) Exordio o saludo. En este caso corresponde a la exclamación de Aquiles, que manifiesta el temperamento pasional del protagonista, dado que llama al Atrida: “imprudente y codicioso”, marcando un defecto que es más grave que el anteriormente enunciado, puesto que afecta más gravemente su puesto como soberano.

B) Proposición o enunciación del tema. En este caso expresado a través de una pregunta retórica: “¿Cómo pueden estar dispuesto a obedecer tus órdenes ni un aqueo siquiera, para emprender la marcha o para combatir valerosamente con otros hombres? Tal interrogante señala que parece imposible que alguien esté dispuesto a acceder a la propuesta del rey. Plantea el tema de la injusticia.

C) Argumentación (motivos a favor de la idea propuesta) y contraargumentación (motivos en contra, que refutan al oponente). Parte de su experiencia individual, sin embargo, la misma es aplicable a todos los reyes. No existe ningún motivo personal para declararle la guerra a los teucros. No hubo afrenta ni perjuicio económico ni de ningún otro orden. La guerra de Troya se presenta como un acto de solidaridad hacia los Atridas, que han sido afrentados (ver: rapto de Helena). Sin embargo, no se reconoce esto, en lugar de agradecimientos hay reproches y amenazas. Si es un desmedro del areté de Agamenón perder a Criseida, también lo es la pérdida del botín de guerra de cualquier otro héroe; en todo caso, si Agamenón se quedara sin su recompensa es su responsabilidad por no haber aceptado el intercambio que le propuso el sacerdote. Pero no puede decirse lo mismo de las esclavas de los otros
guerreros.

En Aquiles aflora el resentimiento a la hora del reparto. El Pelida carga con el mayor peso de la batalla, pero lleva menor parte del botín que Agamenón.

D) Peroración o cierre. Retoma lo expuesto y anuncia lo que hará. Aquiles sabe que si se le quita el botín, también disminuye su areté; pierde parte de la honra obtenida en el combate y él ha ido a Troya por ello. Su elección fue una vida breve y gloriosa, sin esto su decisión no tiene sentido, y, por ello, anuncia el retiro del combate y su regreso a su patria. Ante el poder se rebela. Dice el académico Robert que Aquiles es un ejemplo de héroe anárquico, individualista, con un areté que privilegia el combate. Todo está teñido por la pasión, la cólera lo enceguece y, finalmente, solo cumplirá parcialmente su anuncio. Pretenderá que reconozcan que él es el más importante de todos los guerreros, que es imprescindible y, por ende, más poderoso que Agamenón. Si quieren recobrar a Helena, deberán contar con él. Marca la inconveniencia de la amenaza que se le profiriera.

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