martes, 9 de abril de 2024

Análisis de “A la deriva” de Horacio Quiroga

Podríamos dividir el cuento en tres momentos: 

1. La mordedura y los efectos del veneno. 

2. El intento por sobrevivir en el ámbito social – su relación con su mujer y el compadre Alves. 

3. La agonía. La naturaleza y su intento por luchar contra la muerte a través del recuerdo. 

Primera parte: 

Comienzo abrupto: intento de captar la atención desde el inicio. 

Isocronía: el tiempo del relato acompaña el tiempo de la acción por medio de las conjugaciones verbales. 

Narador externo y omnisciente: nos permite conocer el final que Paulino ignora. 

Grafopeya de la herida: descripciones físicas y graduadas de las consecuencias del envenenamiento. 

El cuento comienza directamente con el conflicto. Desde el principio el final está descubierto, no existe otra posibilidad que la muerte. Lo importante es qué hace el hombre en el trayecto. Todo se precipita al comienzo, no hay tiempo de evitar nada. Al inicio del relato el hombre ya fue mordido. Comienzo extremadamente dinámico, lleno de movimiento. Nada se sabe de ese hombre al principio, se lo presenta por la acción que ya es trágica. A diferencia del cuento tradicional, primero se presenta la acción y luego al personaje. Se intenta captar la atención del lector desde el comienzo. 

El narrador externo contará la historia desde el punto de vista de Paulino, aunque no lo llamará por su nombre en ningún momento. Aún así, nos dará anticipos del final lo que nos hace ver que es un narrador omnisciente. Sabemos que los anticipos tales como “encajonan fúnebremente el río” nos permiten conocer el final que Paulino ignora. Descubre la mordedura que comienza como “dos gotitas de sangre”, y actuando por instinto de defensa mata a la víbora. El diminutivo “gotitas” refuerza la idea de indefensión: por esas dos gotitas entrará el veneno que acabe con su vida, por lo tanto no son algo que menospreciar. Por las “gotitas”, algo insignificante, su pierna se irá pudriendo y lo más preciado se irá acabando. Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe, pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. 

El veneno no espera e invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar antes de la muerte. La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya provocado hubiera sido fortuito. 

Segunda parte:

Animalización: el personaje va perdiendo su propia humanidad (“la sed lo devoraba”, “rugió de nuevo”). 

Su vida social: se revela su aislamiento, lejos del poblado, solo en la selva, el diálogo con su mujer revela una relación de distanciamiento. Su único vecino es alguien con quien está disgustado. 

Agudización de los síntomas: “continuos relampagueos”, “atroz sequedad”, vómito de sangre. 

La lucha por sobrevivir: “Pero el hombre no quería morir”, la conjunción adversativa niega los síntomas, el hombre sigue luchando. 

Anticipo de la muerte: “El hombre con sombría energía”, “el silencio de la selva”. 

La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida que Paulino pierde. El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal, sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la narrativa de Quiroga. 

Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed, ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y si no se puede así, lo hará mentalmente.

Esta lucha queda clara en la siguiente expresión, inmediata a la constatación de la decadencia física: “Pero el hombre no quería morir”. La conjunción adversativa vuelve a negar todos los síntomas físicos. No importa cuanto el veneno quiebre el cuerpo, el hombre seguirá peleando. Esta expresión es la constatación del tema del cuento y su conflicto. No habría tal si el hombre se entregara a los primeros síntomas, no lo hace y por lo tanto el clima del cuento empieza a tensionarse a un nivel diferente. Ahora es el hombre luchando contra la muerte que sabe que es su inevitable final.

Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación. El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte, como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así recuperar su vida.

El hombre con sombría energía”. Esta expresión nos muestra un anticipo de la muerte. La palabra “sombría” refiere a lo negativo, a la lucha triste, angustiante que vive el hombre que trata de incorporarse a pesar de sus dolencias físicas, pero estas le recuerdan su condición de hombre frágil, un nuevo vómito, pero esta vez de sangre son la señal de una lucha perdida de antemano. Paulino mira el sol y descubre que el día se está acabando, igual que su vida. Este recurso literario llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así la naturaleza termina siendo infinitamente superior a la vida del hombre. La naturaleza empieza a ser un personaje más en este cuento. Acompañará al hombre solitario y será el único testigo de esta lucha. La respuesta es “el silencio de la selva” que vuelve a ser un anuncio del final, el silencio de la muerte. La selva parece recordarle que no hay nada, que ha perdido todo, ayuda a la “anagnórisis” de Paulino. No hay más remedio que seguir luchando. Vuelve a su canoa y por primera vez aparece en el texto la referencia al título: la corriente “la llevó velozmente a la deriva”. Su vida ahora depende de ese río y de la naturaleza. El final está dicho de antemano aunque el lector quisiera no creerlo, igual que el protagonista. 

Tercera parte:

La descripción del paisaje cobra valor simbólico: paralelismo psicocósmico. 

La aparente mejoría se mezcla con descripciones armoniosas y coloridas del paisaje, mientras en el el momento de la agonía la naturaleza es descrita de manera lúgubre y monocromática. 

Las alucinaciones: el hombre debe recurrir a los recuerdos de un pasado muy remoto para sentirse vivo. 

La naturaleza empieza a tomar un papel fundamental en el cuento. El paralelismo psicocósmico se acentúa. Las anticipaciones aumentan como una certeza inevitable “cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora “encajonan fúnebremente” muestran a una naturaleza que se prepara para ser el cajón de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro “desde las orillas bordeabas de negros bloque de basalto, asciende el bosque, negro también”. 

El negro símbolo occidental de la muerte, de la oscuridad, de lo malo. Lo mismo pasa con la metáfora “la eterna muralla lúgubre”, adjetivo asociado inevitablemente a la muerte. El narrador remata su topopeya diciendo “el paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte”. La naturaleza acompaña pero también condena y manda. No importa la lucha del hombre cuando lo obvio está presente. 

El paisaje, a través de un paralelismo psicocósmico, acompañará al hombre hacia su muerte “el había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío”. Todo confluye en lo mismo, el sol cae y el hombre también. El escalofrío es un nuevo anuncio de la muerte. Pero todo esto contrasta con el asombro de sentirse mejor. Todos los síntomas físicos: dolor sed empiezan a ceder, y empieza a sentir un nuevo aire que le abre el pecho. Es la mejoría de la muerte. Una especie de guiñada irónica que nos hace la muerte a los hombres que están agonizando. Casi todos tenemos alguna anécdota de algún familiar o conocido que en su agonía, antes de morir, parece mejorarse para morir un día después, o unas horas después. En esa lucha por la vida, por un momento parece que el que agoniza fuera a poder contra lo imposible. 

A medida que empieza a sentirse bien, el hombre se aferra a los recuerdos, como forma de recuperar su vida, su pasado, en un clima onírico (de sueño). El dolor físico deja paso a este aspecto que nos dará una idea de su vida anterior, sin que sepamos cuál es ese motivo por el que se aisló del mundo. Lo onírico se mezcla con una vida social que alguna vez tuvo, el compadre Gaona, su ex patrón mister Dougald. Había trabajado en un obraje. Ahora era un marginal del mundo. 

El paisaje le regala colores hermosos y esperanzadores, el cielo “se habría ahora en pantalla de oro”, una metáfora de la vida de un hombre que pasa como en una pantalla dorada, en el momento que él recuerda su mejor momento de la vida. Lo mismo hace el monte que le da al río una “frescura crepuscular”, que sin duda Paulino mira como algo positivo, pero que podría verse como la cercanía de la muerte. Todo se llena de sensaciones visuales (los colores), olfativas (“efluvios de azahar y miel silvestre”) y hasta auditivas (la pareja de guacamayos en silencio hacia Paraguay). El hombre ve la vida que se aleja, pero no lo interpreta así. Está en medio de tres países Argentina, Brasil y Paraguay, está en medio de la nada, a merced de los deseos de ese río que lo llevará a ninguna parte.
Pero el hombre no deja de luchar, y ahora una nueva idea de precisión sobre el tiempo se posa en su cabeza: cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, un viernes santo o un jueves. Esta referencia podría llevarnos a pensar en el simbolismo de estos dos días. El viernes santo es cuando Cristo muere, y el jueves cuando sufre toda su agonía. El hombre elige el jueves, porque tal vez en ese día Cristo aún no estaba muerto, como si su lucha personal, la de Paulino fuera hasta el último instante. 

Confirma que lo conoció un jueves, como si no quisiera darle nunca a la muerte la posibilidad de ganarle la partida. Pero aún cuando él intenta ganar esta lucha desde el pensamiento, el narrador intercala estos delirios con acciones físicas: “el hombre estiró lentamente los dedos de la mano” como una señal de una vida que se escapa. Tal vez tenía los dedos apretados para que esto no sucediera, como señal de esa lucha hasta último momento. Y una vez que logra la precisión del tiempo, el narrador termina el cuento constatando lo que ya nos había sugerido desde el principio “cesó de respirar”. 

La lucha del hombre por mantenerse vivo, aún cuando es segura su muerte, se ve hasta el último instante, como una actitud porfiada por continuar viviendo, con ese deseo infinito de aferrarse a la vida, aún cuando en su vida él haya elegido alejarse del mundo. Un hombre puede vivir toda la vida queriendo morir, pero no va a dejar de luchar cuando la muerte real venga. Nadie se entrega a la muerte con tanta facilidad, ni aún los suicidas.

 

Trbajo realizado por la prof. Paola De Nigris

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