Ya
no te amaba, sin dejar por eso
De amar la sombra de tu amor
distante.
Ya no te amaba, y sin embargo el beso
De la
repulsa nos unió un instante…
El título, como paratexto importante en cualquier texto, adelanta, a través de un oxímoron (figura literaria), la temática del poema. Se va a a expresar la idea de un amor que, al parecer tiene tintes sádicos. Es decir, la unión sintáctica de estos dos términos cuyos conceptos se presentan como contradictorios anticipa la contradicción misma de los sentimientos que expresará el “Yo lírico” en el siguiente poema, sentimientos que estarán en constante tensión entre el placer y el sufrimiento.
La reiteración de la primera mitad de verso (hemistiquio), que se da entre el primero y último, concentra una carga de significado considerable. Imprime el estado anímico del “Yo lírico” que, a raíz de las locuciones adversativas (“sin dejar por eso” y “sin embargo”), se muestra confundido e indeciso: “Ya no te amaba, sin dejar por eso / Ya no te amaba, y sin embargo el beso...”. Será justamente el beso el hecho fundamental en esta primera estrofa, y que tendrá consecuencias a lo largo de todo el poema. Pero la unión sintáctica entre “beso” y “repulsa” (“beso de la repulsa”) es lo que provocará las turbaciones del amante en la siguiente estrofa, se sentirá perdido, sin saber qué hacer. Eso explica también la reminiscencia final (los puntos suspensivos) pues el “Yo lírico” se queda pensativo. Porque, ¿cómo es posible que besar al ser amado sea un acto repulsivo o desagradable? Quizás porque ese acto confunde al “Yo lírico”, quien creía que ya no la amaba; o porque esta unión se da solamente por un instante y eso le duele.
Agrio placer y bárbaro
embeleso
Crispó mi faz, me demudó el semblante.
Ya no te
amaba, y me turbé, no obstante,
Como una virgen en un bosque
espeso.
La segunda estrofa está cargada de movimiento. Refleja las reacciones del “Yo lírico” a raíz del beso. El doble oxímoron en el verso inicial (“agrio placer” y “bárbaro embeleso”) hace referencia a una doble contradicción. El acto de besar al ser amado, en este contexto, genera atracción y rechazo al mismo tiempo. Si en la primera estrofa se establecen las circunstancias del beso, en esta se enuncian las consecuencias de ello. Aún no sabemos qué genera que este acto normal de demostración de afecto genere tantas contradicciones. Lo que sí sabemos es que el “Yo lírico” experimenta una emoción intensa ya que el beso provoca cambios físicos en él: “crispó mi faz, me demudó el semblante”.
La figura literaria del verso final (comparación) muestra a un “Yo lírico” que no solo está confundido, sino que también está perdido. Se compara con una virgen (símbolo de pureza divina) perdida en un bosque espeso (pleonasmo). Es decir, el amante no encuentra una salida a esta situación, lo desborda, lo supera y pareciera ser imposible encontrar una salida. La estrofa está cargada, además, de sinalefas, lo que da agilidad y acelera la lectura. Refleja, asimismo, ese deseo de transitar de forma rápida estas emociones entreveradas.
Y ya perdida para siempre, al
verte
Anochecer en el eterno luto,
-Mudo el amor, el
corazón inerte-,
Los sonetos desarrollan o resuelven en los tercetos la situación planteada en los cuartetos. He aquí que encontraremos algunas respuestas a las preguntas planteadas en los versos anteriores. El primer verso puede entenderse de dos maneras dado que la expresión “perdida para siempre” puede hacer referencia a la virgen con la que se compara el “Yo lírico” y a la amada. De todas formas, representa un estado que no puede cambiarse, es por eso que podríamos afirmas que en los tercetos ese sentimiento de confusión y contradicción que predominaba en los cuartetos, se transforma ahora en tristeza y dolor. Dolor por ver al ser amado “anochecer en el eterno luto”, clara metáfora que hace referencia a la muerte por lo que representa cada uno de sus sintagmas: anochecer, eterno y luto. Ahora bien, este verso también puede leerse de dos maneras; la muerte puede ser la del ser amado o la del amor entre amante y ser amado. Cualquiera de las dos interpretaciones pueden ser posibles y no cambian el sentido general del poema, pero si entendemos esta muerte como la del ser amado, podemos entender las reacciones del beso. Probablemente se tratara del beso final, el beso de despedida de alguien que ha muerto, de ahí que ese beso sea el “de la repulsa”.
La personificación final también es ambigua; ese “corazón inerte” puede ser el del ser amado que ha muerto o el del “Yo lírico” que ya no puede amar, que también, en cierta manera, ha muerto, y así, de alguna forma, la muerte de uno se transforma en la muerte del otro.
Huraño, atroz, inexorable,
hirsuto…
Jamás viví como en aquella muerte,
nunca te
amé como en aquel minuto!
Las adjetivaciones que se acumulan en el verso inicial de este último terceto remiten al “eterno luto” y, por asociación metafórica, a la muerte. Es esta huraña por su carácter individual, atroz por lo contradictoria e inexorable ya que no tiene solución. Frente a esta concepción fatalista de la muerte, el “Yo lírico” impone la vida: “Jamás viví como en aquella muerte”, pero esta concepción es antitética (antítesis) porque la muerte es incompatible con la vida. Sin embargo, es justamente este suceso el que sucita todas estas emociones nuevas en el “Yo lírico” y lo hacen replantear sus sentimientos. Esta antítesis resume lo paradójico, es la muerte la que revela que justamente está vivo, porque es capaz de sentir emociones nuevas: “crispó mi faz, me demudó el semblante”. El verso final es hiperbólico (hipérbole); el “Yo lírico” descubre que la amaba, pero no solo eso, la experiencia trágica de la muerte le hace ver que nunca la amó tanto como en ese momento. Incluso, la experiencia es hasta aleccionadora, le enseña que el amor no es tan fácil de olvidar, que es un sentimiento poderoso, que la distancia (“...sombra de tu amor distante”) no necesariamente implica la pérdida del sentimiento.
Trabajo elaborado por el prof. Cristhian da Costa
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