miércoles, 24 de abril de 2024

Julio Herrera y Reissig

Apunte biográfico

Julio Herrera y Reissig nació el 9 de enero de 1875 en Montevideo, entonces una capital provinciana de casi medio millón de habitantes que no podía parangonarse con la vecina Buenos Aires. Descendiente de una familia de abolengo patricio, su tío, Julio Herrera y Obes llegaría a ser presidente de la República del Uruguay. Sus padres, Manuel Herrera y Obes, y Carlota Reissig tuvieron nueve hijos y, en el momento de su nacimiento, su padre gozaba de buena posición económica fruto de importantes negocios por lo que nació y vivió durante sus primeros años en una mansión de los alrededores de la capital, en el barrio del Prado. A los cinco años, se le descubre una grave arritmia coronaria congénita que afectará en adelante a su existencia. En 1882 su padre sufrió un quebranto económico, lo que lo llevó a vender su participación en el Banco Herrera-Eastman y una parte de sus propiedades, con lo que la familia pasa a vivir en una casa de la ciudad de Montevideo. En este tiempo comienza sus estudios en el Colegio Lavalleja y a los trece años lo inscriben en el colegio salesiano del Cordón, donde estudia dos cursos, posteriormente pasa al colegio San Francisco. Es una época en la que ya empieza a mostrarse su gran poder imaginativo con episodios de ciclotimia. Muere su abuelo Manuel Herrera y Obes en 1890 y al año siguiente su hermano Rafael, lo que le lleva a una temprana meditación sobre la muerte. En el mismo 1890 su tío, Julio Herrera y Obes, asume la presidencia de la República y, por su mediación, ocupa el primer cargo público en la Alcaidía de la Aduana, dos años después renunció por el agudizamiento de su enfermedad coronaria. En esa misma época cae enfermo de tifoideas y pasa la convalecencia en la estancia del general José Villar, ministro de su tío, en el departamento de Salto. Este contacto con la naturaleza habría de servirle luego para sus poemas de Los éxtasis de la montaña y Los sonetos vascos. En 1895 José Pedro Massera, Director de la Inspección Nacional de Instrucción Pública, lo nombró su secretario adjunto, pero acabará renunciando a los dos años ante la indiferencia de Massera, escribiendo como desahogo «Cosas de aldea», texto en el que manifiesta su agravio y cierta megalomanía que da comienzo a su leyenda. A partir de este momento se convertirá en autodidacta y su formación se basará en la lectura de los clásicos españoles, griegos y latinos, así como autores franceses de literatura y filosofía, Víctor Hugo, Lamartine, Musset y las ediciones de Mercure de France. La poesía se convierte así en el centro de su vida acentuando una inclinación que ya tenía desde los quince años.

Tras algún tanteo inicial, en abril de 1898 publica su poema «Miraje» con reminiscencias de Lamartine y Bécquer, pero que, aparecido con un elogio del crítico Samuel Blixen, se convierte en un  éxito que lo estimula para continuar escribiendo versos en la misma línea. Un año después tiene un escarceo en política al participar contra la unificación del Partido Colorado, pero pronto se dará cuenta de que su vida es la literatura. En este mismo año, 1899, funda La Revista, periódico quincenal que dura once meses y en cuyo primer número evalúa negativamente el momento literario de su país y contribuye a la iniciación renovadora del modernismo, pues en ella se publicaron algunos poemas de Toribio Vidal Belo, como «Noche blanca», que denotaban el eco de Prosas profanas de Rubén Darío, apenas conocido entonces en Montevideo. Herrera lo destaca por su originalidad en su revista, hasta el punto de observarse una variación notable entre las opiniones de la primera y la segunda parte de su ensayo «Conceptos de crítica», uno de los cuatro textos en prosa que publica, junto con seis breves poemas, en La Revista. A través de Vidal Belo conoció a los poetas modernistas hispanoamericanos y a los simbolistas franceses, Darío y Julián del Casal, a Verlaine y Rodenbach. En estos años las nuevas corrientes ideológicas y estéticas finiseculares se concentran en Montevideo con la entrada de las ideas de Nietzsche, Kropotkin y Bakunin, así como los simbolistas Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, ello contribuye al giro poético que se está produciendo. Pero fue su amistad con Roberto de las Carreras lo que decidió su cambio definitivo de orientación literaria. De las Carreras había llegado de París en 1898 con una buena cantidad de libros de poetas parnasianos y simbolistas e hizo de la provocación su propia existencia exhibiendo ideas anarquistas y proclamando el amor libre, con lo que capitalizó en el ambiente montevideano el emblema de la nueva literatura. En abril de 1900 publicó Sueño de Oriente que envió a La Revista, y que Herrera leyó maravillado por su transgresión y atrevimiento. Julio fue a visitar a Roberto y éste lo recibió en la bañera y luego publicó una reseña sobre su obra en la que  decía: «Sueño de Oriente constituye la nota artística más anticonvencional posible dada en el pequeño teatro de nuestra literatura. Todo en él es nuevo, arrogante y sutil». A partir de este encuentro se hicieron amigos y adoptó también la misma actitud desafiante. La Revista dejó de publicarse en julio de 1900 al sufrir Herrera la más dura de las crisis cardiacas hasta el momento. El único remedio conocido era la morfina y a ella debió unir su vida, al mismo tiempo que usó sus efectos literariamente, y para elaborar su leyenda de poeta maldito.

Algunos de sus poemas:

Amor sádico

Ya no te amaba, sin dejar por eso
De amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo el beso
De la repulsa nos unió un instante…

Agrio placer y bárbaro embeleso
Crispó mi faz, me demudó el semblante.
Ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
Como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
Anochecer en el eterno luto,
-Mudo el amor, el corazón inerte-,

Huraño, atroz, inexorable, hirsuto…
Jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!

 

La noche

La noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que vela ante su cría;
y como si asumiera un don de profecía,
en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en éxtasis… Un gallo desvaría,
reloj de media noche. La grave luna amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la conciencia pura de la montaña…
A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna. ..
Aúllan a los diablos los perros del convento.

 

La sombra dolorosa

Gemían los rebaños. Los caminos
llenábanse de lúgubres cortejos;
una congoja de holocaustos viejos
ahogaba los silencios campesinos.

Bajo el misterio de los velos finos,
evocabas los símbolos perplejos,
hierática, perdiéndote a lo lejos
con tus húmedos ojos mortecinos.

Mientras unidos por un mal hermano
me hablaban con suprema confidencia
los mudos apretones de tu mano,

manchó la soñadora transparencia
de la tarde infinita el tren lejano,
aullando de dolor hacia la ausencia.

 

 

 

 

Estraído de: https://www.cervantesvirtual.com/portales/julio_herrera_y_reissig/autor_apunte/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Actividad sobre "La canción de Rolando"

  ACTIVIDAD: Análisis de La canción de Rolando Elegir uno de los siguientes pasajes para trabajar: Advertencia del traductor. A...