viernes, 5 de abril de 2024

Mitología griega. Zeus y los Olímpicos

 

La vida en el palacio de Zeus es similar a la de una familia noble y afortunada. La paz familiar alguna que otra vez se ve perturbada, pero así es la vida: además, ¿en qué familia no hay, de vez en cuando, algún escándalo, disgusto o intriga? El padre Zeus es, ciertamente justo y bueno, pero tiene que soportar una carga en su familia: no se ha casado con Hera, su hermana mayor (la Juno de los romanos) por amor, sino porque ninguna otra diosa la igualaba en nobleza de origen. Hera no puede evitar reprenderle como a un niño; por otra parte, tiene motivos, porque Zeus no es un marido fiel, precisamente. Zeus y Hera tienen un hijo, Ares (Marte), cuya dedicación, como la de su hermana Atenea, era la guerra. Ares se complace en la sangre y el tumulto de la batalla. El resultado del combate le deja indiferente; él sólo siente placer en los grandes hechos de armas y en las colosales matanzas.

 Atenea (Minerva), era otra hija de Zeus, pero no tuvo madre. Cuenta el mito que un día Zeus sufría una tremenda jaqueca, y ordenó a Hefestos que se la abriera de un hachazo. De su cabeza apareció una diosa adulta y bella vestida con armadura y llevando en la mano una lanza y un escudo: era Atenea, la diosa del arte militar, de la cultura y de las ciencias, la divinidad tutelar de la ciudad de Atenas.

 

Zeus era el dios supremo de los griegos. En la noche de los tiempos, su morada fue asaltada por una raza de monstruos malvados, titanes y gigantes, pero Zeus los venció y arrojó al sombrío abismo del Tártaro. En este relato observamos la antigua idea indoeuropea de la lucha entre las fuerzas benéficas y maléficas de la Naturaleza. Zeus comparte la soberanía del mundo con sus hermanos Poseidón (el Neptuno de los romanos) y Hades (Plutón). Poseidón es el señor de los mares y surca las olas en un carro tirado por caballos marinos. Hades no solamente es el soberano del reino de los muertos, sino también el dios de la riqueza, pues bajo la tierra germina el trigo y yacen los metales preciosos.

Con Leto, una antigua diosa caída en el olvido, Zeus tuvo dos hijos, los gemelos Artemisa (la Diana de los romanos) y Apolo. Artemisa es la juvenil diosa de los animales y de la naturaleza, pero también diosa de la luna, y por lo tanto, de lo desconocido, de la noche y de la muerte. Es la diosa cazadora. La mentalidad griega elevó a Artemisa al Olimpo, donde llegó a ser una doncella ideal- pura, sabia, sana, animosa- semejante a Atenea.

Su hermano Apolo, el dios de la verdad y de la luz, protector de la poesía y de la música, destaca entre las figuras más gloriosas del Olimpo. Nueve diosas forman su cortejo, las Musas protectoras de cada una de las ciencias o artes, así, Clío era la musa de la Historia, Talía de la Comedia, Terpsícore de la Danza, Calíope de la Poesía, Urania de la Astronomía.

Afrodita (Venus), es la diosa del amor y de la belleza que excita la pasión. Según un mito, es hija de Zeus y Dione; según otro, nació de la espuma del mar.

 Hefestos (Vulcano), hijo de Zeus y Hera, es el patrono de los herreros. Su madre, considerándolo demasiado feo, lo arrojó del Olimpo a la tierra y Hefestos pasó su juventud en la isla volcánica de Lemnos, junto a los cíclopes, donde aprendió el arte de la forja. Constructor de las armas y joyas de los dioses.

Hermes  (Mercurio), es hijo de Zeus y Maia. Es el mensajero de los dioses y protector de los pastores y los rebaños. Guía a los caminantes extraviados y a las almas de los muertos en su viaje a los Infiernos. Tiene alas en sus sandalias y en su sombrero, y lleva un caduceo o vara de olivo adornada con guirnaldas.

Deméter (Ceres), es hermana de Zeus y Poseidón, es la diosa de la fecundidad de la tierra. Protege los cereales y las cosechas.

Los griegos no tenían un sentimiento del pecado y de la caída; daban la impresión de un pueblo singularmente feliz y armonioso. Sólo en un punto sus concepciones religiosas eran sombrías: la muerte era le fin de todo. Como un ave nocturna, el alma abandonaba el cuerpo con un suspiro quejumbroso y se convertía en un espectro triste y errante del reino de Hades. Entonces, ¿cuál era el sentido de la vida? Adquirir buena reputación; no quedar olvidado, sino permanecer como ejemplo generación tras generación. En eso consistía la inmortalidad, la vida eterna. Era preferible, por tanto, una muerte heroica en la flor de la edad que una vida larga y oscura. Aquiles es un ejemplo de dicha elección.

 

Extraído de “Grecia” de Carl Grimberg Ed. Daimon

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